Era 31 de Julio, último día del supuesto mes caluroso, eran apenas las 11 de la mañana cuando con un paquete en la mano me disponía a ir a la oficina de envíos para poder hacer feliz a alguien con mi pequeña caja.
Después de dejar el paquete y sentir un calor sofocante, me senté en la única mesa vacía que quedaba en la cafetería de la plaza del pueblo. Un pequeño hilito de agua con aire caía del toldo para hacer sentir al público un instante de frescor y menor sensación de bochorno.
Entre niños correteando, mayores con un largo café o su cervecita fresquita del día, trabajadores tomando un respiro y varios amigos con el teléfono móvil entre sus manos, se encontraba él. No podía creerme lo que estaba observando. Rubio, pelo rizado, alto, complexión fuerte, mejillas rosadas y un libro entre sus manos; estaba tan sumergido en su lectura que no se daba cuenta que alguien más le clavaba la mirada.
El camarero se acercó a él para cambiarle el café que estaba tomando por otro mucho más cargado momentos después de haberme dejado el mío sobre la mesa. Se había dejado un pequeño sorbo, posiblemente, aguado por los hielos casi derretidos. Estaba embelesada mirándole e intentando ver la portada del libro que leía, no solamente llamaba mi atención sino que llamaba la atención de cualquiera por la altura que tenía, se había levantado y dejado sobre la mesa tres monedas. Se despidió amigablemente del camarero para seguir su camino con el libro en la mano.
- Hasta mañana, Hugo. Gracias por tu visita. Dijo el camarero cuándo recogía mi café.
Me acerqué a la barra a pagar, cogí la bolsa que había depositado sobre la mesa y me dispuse a ir a recoger mi coche. Estaba distraída escuchando música y devolviendo un par de mensajes cuándo me dispuse a cruzar la calle e él iba hacia el mismo sitio.
Estaba emocionada, ahora podría ver la portada del libro que estaba leyendo. Ahora veía que se podría dedicar al deporte y al baloncesto. ¡Era altísimo! Corrí para cruzar la calle y poder llegar a la sombra del árbol, él se detuvo frente a un cubículo de chapa verde donde cambió el libro que estaba leyendo por uno con la portada roja, tan roja como la camiseta que llevaba puesta.
Había llegado al coche, llevaba prisa para asistir a mi cita. Él abrió su compartimento de moto para sacar una mochila de deporte e ir al polideportivo que tenía enfrente. Ahí se separaron nuestros caminos, ahí me sonrió.
Foto: Esquire.
Sonando: Le feu.