1 de diciembre de 2015

El tren



Nadie nos dijo que este mundo iba a ser tan complicado ni que teníamos que luchar tanto por las cosas que queremos. Esta mañana me levanté con ganas de comerme el mundo, dispuesta a poner el ipod y que sonasen las canciones que más me gustaban con las que me parecían más sosas, las que te alegran el día y las que necesitas cuando estás más de bajón y comienzas a encontrarle sentido a cada palabra y a cada rima. Estaba dispuesta a mirar a todo el mundo a los ojos para ver qué sienten, y es que soy así, una mujer observadora que cruza miradas en el metro y en el tren. Estaba nerviosa por coger ese tren, no paraba de mirar el reloj de la muñeca y el del móvil, no lo podía dejar pasar, no podía llegar tarde, era muy importante. El chico que estaba apoyado en la máquina expendedora parecía preocupado, hablaba con un pequeño hilo de voz con alguien al otro lado del teléfono, tenía la mirada apagada y buscaba a alguien que le dijera con los ojos: “tranquilo que va a ir todo bien, es una mala racha”. Llegó el tren y subimos. El chico por la puerta de la derecha y yo por la puerta de la izquierda. Finalmente se sentó enfrente. Lo siento, no voy a escuchar tu conversación porque acaba de empezar mi canción favorita, no quiero dejar de escucharla, pero te regalaré una mirada y una sonrisa si lo necesitas. Sus ojos azules estaban apagados, no le gustaba lo que estaba escuchando y sentía dolor, mucho dolor. Miraba buscando unos ojos con mirada penetrante que le calmasen. Entramos en el túnel y no podía mirar por la ventana porque ya no había paisaje pero sí puedo hacer algo bueno por alguien hoy, mirar a los ojos y sonreír. Puedes estar contento, lo has conseguido. Y esos ojos azules volvieron a brillar con fuerza. ¡Lástima que te tenga que decir adiós! 


Foto: doblei.mx

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