8 de febrero de 2016

Cuando crees que no se puede salir, se sale.


Llega un día donde todo te empieza a salir mal. Recibes una noticia como un jarro de agua fría en la cara. Los ánimos por los suelos. Un bajón emocional por algún acontecimiento, del tipo que sea, y lo logras superar por muy largo y profundo que haya sido pero después de mucho tiempo. Entonces te das cuenta de las personas que están ahí y que no has necesitado llamar ni decir nada porque saben cuando algo te ha ido mal y te han dado la mano para levantarte. Todos hemos tocado fondo alguna vez de una u otra manera: laboralmente, amorosamente, amistosamente... 

Una mañana recibes una llamada que te alegra la mañana y el día entero. Un mensaje, corto o largo, pero de esa persona de confianza. Un desayuno en un bar con una mesa llena de buena gente y de confianza. El mensaje diario preguntando si estas bien. Esa persona que dice: "No hace falta que te diga nada si necesitas algo, aquí estoy sea la hora que sea." La comida con ella. El cumplido de turno: "Tendrás mala cara pero aún así estás guapa". Todo a su debido tiempo que hace que saques fuerzas hasta de debajo de las piedras. 

Y lo que más llena el alma es saber que siempre estarán ahí y que no necesitas llamarlos porque ellos mismos vienen cuando algo va mal. El resto, solamente viene cuando les pasa algo malo a ellos, aunque no sé si en esa situación los demás estarán para ellos. 

Foto: Imagui.com

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